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jueves, 26 de mayo de 2011

MiRaDaS

en horas de la tarde, cuando el metro se llena de cuerpos calidos y muchas veces traspirosos, dosmiradas se encuentran en un mismo vagón. Sin advertencia, sin necesidad y sin premeditación alguna, sus cuerpos se topan en un mismo metro cuadrado, sus alientos, sus olores se entremezclan, logran reconocerse mutuamente como si de conocidos se tratase. No dejan de mirarse, de sentirse.

En un segundo ella se transaporta, pasa de ese bagón de metro auna sala solitaria, adornada con miles de paños de seda de color azul, tras ellos una figura, una persona, el encuentro con aquel a quien antes reconocio frente a sus narices, el mismo aliento, el mismo olor, los mismos ojos profundamente negros. El la observa, se acerca, la rodea, rozasu cuerpo tan solo con la punta de los bellos de sus brazos, ella se estremece, cada uno de sus musculos se tensa, reconoce la atracción.

La escena es limpia, ella solo lo mira, el se mueve a su alrededor, la llama, la seduce, sin embargo ella solo puede mirar. Entonces el actúa, la toma, la somete y la penetra hasta lo más profundo de su ser, ella solo se entrega, siente, huele, vive el momento, y cuando la fricción y el roce han hecho su trabajo, y las pulsaciones desmedidas del flujo sanguíneo empujan cada uno de los miembros contra el otro cuerpo, y se siente esa llamarada que sale desde el origen de la vida como una extencion del pene y la vagina, de los vientres, del exhalo, ella cierra sus ojos para percatarse que esos ojos negros la siguen mirando y que el bullicio de la muchedumbre del metro la han despertado.

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