pudor

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jueves, 30 de junio de 2011

UN IMPULSO (primera parte) (primero ella)


Ahí se encontraban ambos, amigos, amantes casuales, trémulos ante el impulso que los empujaba a través de cada una de las fibras de sus cuerpos.
Con ojos penetrantes inspeccionaban con detalle cada punto, cada expresión, cada movimiento del otro, e imperceptiblemente se olían mutuamente, percibiendo las variaciones que daban cuenta de las direcciones que tomaba dicho impulso.

No era fácil ignorar tanta sensación, y es que la química que surge de dos cuerpos, la atracción casi magnética de la carne es una cuestión de la cual es imposible escapar.

En un determinado y bien calculado instante, ambos cuerpos se toparon en medio del espeso espacio, entre el peso de la nada agobiante que los acompañaba.
Fue el roce mas extraordinario quizá que pudieron sentir entre ambos, algo sensorialmente profundo.

La tensión.
El aliento.
El sudor.
Los aromas.
Las miradas... de esas profundas que parecen desnudar más que el cuerpo, que reflejan el deseo, las ganas, los anhelos.

Seguido al roce vino el descubrimiento tácito, expedito de cada uno de los relieves, de las hendiduras de sus cuerpos.

El calor de la carne era el mejor mensajero.
Las palabras sobraban y el aire solo se prestaba para llenar los pulmones, para proveer a los amantes de vida y evitar desfallecer.

Alguna mano comenzó la travesía.
Era verano por lo que no había mucho ropaje del cual deshacerse. Sin embargo, los años que precedieron a ese momento eran el traje mas grueso, los inevitables temores y expectativas de aquel reencuentro presionaban más que un corsé del 1700, y sobre todo la inundaban a ella, a sus prejuicios, a sus recuerdos, los recuerdos con él, los recuerdos de sí misma.

El sólo y siempre quiso volver a verla, a sentirla, a tocarla. Pero esta era la ocasión, hoy todos sus anhelos se hacían literalmente carne, este día la tendría para él, y le entregaría a ella todo lo que siempre guardó.

La mirada de ella era un poco escurridiza, un poco avergonzada, como si esperara que sucediera algo.
Él no le quitaba los ojos de encima, presenciaba su pelo, sus labios brillantes, rojos por la sangre, observaba sus pechos redondos, su espalda estricta y la caída de su columna hasta sus glúteos. La admiró, y en cada toma la deseó fervientemente. Tanto así, que ella logró percibir su deseo, su mirar permanente, y se sintió como hacía mucho no sentía, se sintió deseada, anhelada lujuriosamente, desprendida de todos los roles que solía cumplir diariamente, ahora era sólo ella, frente a él, sin pasado, sólo el que él conocía, y con todo el deseo dentro de ella, dentro de él, en el aire.

Todo esto le bastó para levantar la mirada, y enfocar sus ojos cafés en él, en su cuerpo, en las amables facciones de su rostro, en su expresión de deseo. Lo observó hasta encontrarse con sus ojos, su mirada arrasaba con él, era una mirada desconocida para ambos, una mirada poderosa, tan poderosa que a él lo paralizó, le hizo esperar por lo que vendría. Así ella avanzó hacia él. Él retrocedió con cada uno de sus pasos hasta encontrarse sorpresivamente con el catre de la cama, al cual cayó bruscamente.

Ella se adelantó hasta encontrarle, lo miró desde lo alto con una mueca seductora en su rostro.
Levantando una de sus piernas se posicionó en el borde de la cama, abierta, sin mirarlo. Él no pudo más que aclarar su garganta con la saliva que desde hace rato desbordaba su boca al ver su posición.

Se montó sobre él, con las piernas bien separadas le dejó sentir el calor de su vientre, de su vagina, extendiendo su pelvis hasta el bulto lo bastante erecto como para sentirlo. Él inspiró profundamente, como si el calor de ella le hubiera atravesado, a ella eso le agradó, le provocó una pequeña mas no insignificante sensación en la unión entre su vulva y su ano, una extraña tensión que la remeció hasta el sacro, lo que la enderezó aún más sobre él.

Lo abrazó, y desde sus hombros acarició su espalda hasta alcanzar la abertura de su polera que tomó y retiró hábilmente.
Ella ya no lo miraba directamente, el buscaba aquella conexión, mas ella ya no era la misma que había entrado a esa habitación.

Ella lo tocó con las yemas de sus suaves y pequeños dedos, con la punta de sus uñas, presionándolo firmemente, pasando por todas las ondulaciones que dibujaban su tersa espalda, sus músculos, su morena piel.

Él la sentía como siempre quiso, como jamás imaginó, como nunca había sentido a otra mujer por el sólo hecho de ser ella. Todo su cuerpo estaba atento a cada uno de los movimientos de la mujer, recibiendo hasta la más mínima sensación... se entregó, decidió dejarla hacer de él lo que se le antojara.

Ella lo lamió, lo degustó, parte por parte, centímetro a centímetro. No dejo lugar sin explorar.
Cuando llegó a la base de su glande, se sintió en la gloria. Lo absorbió, cada mamada de esa verga la hizo como si fuera la última, como si ese fuera el último hombre al cual tendría la oportunidad de ofrecer placer, y eso la excitaba, la calentaba desmedidamente el que él la deseara, el que él gimiera, y su única pretensión era envolverlo en ella hasta más no poder, hasta que en algún momento él la detuviera.

Era egoísta, y en verdad se sentía dueña de cada sensación, de cada erección, de cada una de sus gotas de semen, de sudor.



martes, 21 de junio de 2011

Exquisita tortura.




Es temprano, aún el astro rey no se asoma al nuevo dia, y sin embargo siento que un fervor recorre mi cuerpo desde mis entrañas.

Hace frío, y sé que no estas desde hace ya mucho, sin embargo puedo sentir la presencia, el peso de tu cuerpo junto a mi, tus manos, el aroma de tu piel, tu aliento, que tantas veces me fue necesario para respirar en aquellos momentos en que nuestros pulsos eran uno solo, en que la armonía de nuestros movimientos nos entregaban un placer absoluto.

Una ilusión, una ilusión de segundos me saca de este lugar, evoca todas las sensaciones que me provoca tu ser, todas las sensaciones que me provoca sentirte excitado, complacido, sumergido en mi cuerpo, en mi calor, en mi sabor de mujer, en el sudor de este ejercicio que tanto nos agrada. Cada vez que logro sentir que tu cuerpo se estremece con mi sexo, con mi tacto... me siento la mujer mas sensual de la tierra.

Me incorporo, inspiro profundamente mientras siento mis latidos acelerados, latidos que retumban en mis orejas, en mi vientre y en mis labios, hasta llegar a algún lugar en lo profundo de mi útero. Estoy sola, sola con el frío, sola con el recuerdo y la sensación.

Cierro mis ojos, y en un instante apareces junto a mi, todo tu como siempre, como antes, como te recuerdo.
Siento tus manos tibias recorriendo la parte baja de mi espalda, ahi, en ese punto donde mi columna termina, ahi donde se sienten las mas maravillosas descargas de las sensaciones de la piel, ahi donde la espina es el centro del cuerpo, y cada pincelada de tus dedos sobre mi piel me provocan un retorcimiento irresistible, al cual me someto sin cuestionamientos, ni por qués.

Tan entregada estoy, que sin advertirlo, siento tus manos en mis muslos, me agarro firme de tus hombros, casi que puedo atravesarlos con mis dedos. Los estrujas y me presionas sobre ti. No hay mas contacto que ese. El éxtasis es sobrecogedor, al igual que tus grandes manos, y tus dedos que se extienden por el contorno de mis glúteos sin respetar límite alguno. De pronto uno de ellos irrumpe entre la bifurcación que separa ambas nalgas, delicada y sigilosamente, con precaución, a la espera de alguna reacción, de algún gemido, quizás de alguna restricción de mi parte. Pero para mi sorpresa también no es así, no hay impulso alguno que me diga que te detenga, al contrario, todo me dice, todo te señala que continues por ese lugar, sin más, sin preguntar. Y así, tal cual, sin consulta termino de espaldas a ti, sintiendo todo el grosor de tu vigor varonil rozándome la espalda, buscando un lugar por el cual entrar, y rápidamente lo encuentra y se apodera de mi.

Siento como de golpe penetras en mi interior, brusca y dolorosamente, mas ese dolor es placentero y esa brusquedad es embriagante y me deja con ansias de más, por lo tanto no hay nada que te detenga, excepto el hecho de que como nunca antes de veras siento una ambivalencia absoluta de sensaciones, este padecimiento  sin el cual no podría experienciar esta maravillosa y totalmente novedosa satisfacción, acompañado del impulso constante y permanente de que me quedo sin aliento, de que en cada arremetida tuya el aire se asienta en mi pecho y me lo presiona mientras disfruto de la sensación, de la exquisita tortura que es tu falo impregnando agudamente mi posterior.

Por primera vez siento eso que alguien alguna vez denominó como la pequeña muerte, esta explosión de sensaciones, este orgasmo en particular que no es cualquier orgasmo, no es ese que viene del contacto directo con mi clítoris, es un orgasmo lleno de dolor, de una pulsación constante que dirige el ritmo de mis movimientos. Alucino, deliro, y en un grito extenso y desgarrado acabo contigo adentro, contigo en un vaivén interminable que extiende mi placer.

Cierro los ojos, y me quedo sintiendo tus manos apretando mi cintura, sintiendo el sonido de tu miembro introduciéndose en mi ano, sintiendo el pulso de esa dura verga dentro de mi, los latidos de mis labios, el calor de mi vulva... abro los ojos y ahí estoy sola, sola con el frío, sola con el recuerdo y la sensación.

jueves, 16 de junio de 2011

Te extraño

En este momento te extraño,
a veces un poco, otras con un poco de desesperación.
He aguantado.
Me hago la fuerte lo más que puedo, me he dado cuenta que no te necesito,
pero pucha que cuesta, cuesta sacarse todos los recuerdos de encima,
todos los sentimientos, las sensaciones, los momentos.
Las imágenes visitan mi mente una y otra vez,
cargadas de emoción, me llegan a erizar los bellos.
Me siento triste, abatida por esta sensación de quererte aquí...
cuanto deseo que estés aquí,
cuanto anhelo que me recuerdes tu también, que me anheles, y me evoques como lo hago yo ahora,
que al despertar una mañana estés de nuevo junto a mi,
no sabes cuanto lo deseo aunque se que no puede ser así,
aunque se que el viaje ya ha sido emprendido,
emprendido tanto por ti como por mi, como por el universo
universo que en algún punto, en algún momento de la vida, del tiempo, del espacio
se atrevió a estrellarnos, a reconocernos, a amarnos y a desear que eso fuera así por siempre.
extraños y azarosos caminos de la vida, del todo y de la nada
y yo aquí, dispuesta a recordarte
y tu allá en la vida, decidido a olvidarme.

martes, 7 de junio de 2011

Intima Intimidad

Qué hace que el sexo o mejor dicho el acto sexual sea tan liberador?, Por qué la literatura a lo largo y ancho de la historia lo menciona como el punto en el que dos cuerpos se funden en uno, la pequeña muerte, ese momento en el no sabemos si estamos vivos, si hemos vuelto a nacer, si somos nosotros como siempre, o si algo de ese otro cuerpo ha quedado y nos ha hecho diferentes? Por qué injustamente se le ha estigmatizado de las peores maneras, qué será lo que no debemos por ningún motivo experimentar o experienciar a través de nuestros propios cuerpos, de nuestras propias sensaciones?

El cuerpo es lo más hermoso del ser humano, es una maquina perfecta, que funciona y se desarrolla con una armonía envidiable, e inigualable. Deseo imperantemente saber qué es lo que hay detrás de ese cuerpo, detrás de ese órgano, de esa sensación, de ese sentimiento, de ese escalofrío... no es un vicio, no es solo por el sentir, es la intimidad que se adquiere con uno mismo en ese momento, mas allá de la obtenida con el compañero, con el otro. Es ese momento de lucidez donde todo parece no importar en el mundo, y el cuerpo se abre a solo sentir, con cada uno de sus átomos, con cada poro, cada pelo, cada glóbulo de la sangre, cada neurotransmisor, cada ramificación y terminación nerviosa, cada hormona liberada, cada recuerdo, todo el propio ser.